lunes, 11 de enero de 2016

Frente al secesionismo, Constitución, reforma y diálogo

Después del parón navideño, retomo el blog y el 2016 comienza con la investidura del nuevo Presidente de la Generalitat. No sin polémica, dado que después de las sucesivas negativas de la CUP a la investidura de Artur Mas, el ridículo empate a 1.515 en la última asamblea de esta formación y las constantes incoherencias de Antonio Baños, lo único que faltaba era que la propia CUP se autoflagelara y se reconociera culpable de haber retrasado y entorpecido el procés. Ese proceso que es definido por los separatistas como un conjunto de fases tendentes a autodeclarar la independencia de Cataluña. Un auténtico desafío, por si ya no había quedado lo suficientemente claro. Aquí puede consultarse el vergonzoso texto aprobado por los anti-sistema y ratificado por Junts pel sí y digo vergonzoso no porque invistan a un candidato diferente, sino porque le dan la vuelta a una situación lamentable disfrazando lo que es una auténtica operación de tránsfugas. Aunque no cambian de grupo parlamentario pero se los prestan para que hagan con ellos lo que les de la gana. Bienvenidos a la política donde todo vale.

El investido en la noche de ayer es Carles Puigdemont, que ha ejercido de Alcalde de Girona por el partido de Convergencia Democrática de Cataluña desde 2011, volviendo a ganar las elecciones en 2015. En su discurso dejó claro que a partir de hoy se inicia un proceso de 18 meses en cuya mitad del camino se pretenden aprobar una serie de leyes que claramente vulneran el orden constitucional de reparto de competencias. Entre ellas, se apuntaría a una nueva Ley de Hacienda.

La oposición criticó no sólo esta forma de investidura, sino el programa monotemático y rupturista del separatismo catalán. Así, Lluis Rabell de CSQEP (una de las marcas blancas de Podemos) recordó que el plebiscito del 27-S no se ganó al contrario de lo que piensan CDC, ERC y CUP. Meten a la formación de Rabell en el NS/NC cuando realmente no se han pronunciado a favor de la secesión, sino de un referéndum. Albiol volvió a mirar a los ojos de Mas y repetirle que "ni usted ni nadie nos va a sacar de España". Miquel Iceta dijo no a la independencia y el comportamiento antidemocrático de Mas. Pero sin duda quien mejor estuvo fue Inés Arrimadas. Aquí podemos ver y escuchar su intervención. A destacar su mención de que en el discurso no se habló ni una palabra de corrupción y que se había venido a investir al señor Mas... de lo mismo.

¿Qué va a pasar a partir de ahora? No es suficiente la intervención de siempre de Rajoy, que sigue de presidente del Gobierno en funciones. Tampoco es aún el momento de aplicar el artículo 155 que reclaman continuamente partidos extraparlamentarios como UPyD o sobre todo VOX. Igualmente, no veo como mejor opción el referéndum que propone Podemos y sus innumerables marcas blancas (aunque no tengo rubor en afirmar que todas son imitaciones de IU). Un referéndum sin hacer cambios institucionales es estéril y aunque tuviese como resultado un "no" a la independencia, dudo mucho que los separatistas se sintieran derrotados. Ellos no admiten ni admitirían un "no" a su obsesión. La única alternativa es reformar la Constitución Española de acuerdo con su artículo 169. 

Ello implica que, en un escenario de mayor división incluso que en 1977, las fuerzas estatales y regionales colaboren para redactar un nuevo texto que modifique la actual CE de 1978 en los puntos más importantes. Seguidamente, volver a convocar elecciones y ratificar estas modificaciones por las nuevas cámaras siendo aprobado finalmente en referéndum de toda la población española. Donde reside la soberanía del poder público español. Porque, en definitiva, tan peligroso el desafío abierto antidemocrático, ilegal e inconstitucional de los separatistas como el inmovilismo o el pasotismo del gobierno estatal y el bidón de gasolina que supone lanzar un referéndum en la situación actual. Creo que es tiempo de negociaciones políticas y de luchar por una segunda Transición. Sin olvidar quienes somos ni de dónde venimos. Y sin arrepentirnos para nada de lo bien que supimos aparcar las diferencias a finales de los setenta en España.

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