De los temas de los que no me atrevía a hablar en el blog éste es seguramente el que más "tabú" que tenía, dada la gran cantidad de manipulación, medias verdades y desinformación que circulan y la complejidad del mismo, más allá de que muchos pretenden reducir el problema de forma muy simplista. Por eso, me he abstenido de incluir fuentes que pudieran ser especialmente parciales (o más de la cuenta). El conflicto entre Israel y Palestina data de casi 80 años atrás, pero se ha recrudecido especialmente desde hace dos años. En medio de todo esto, el activismo pro Palestina parece haber entrado en una espiral que personalmente no comparto para nada, a pesar de que resulte necesario denunciar la gestión de guerra del gobierno de Israel. Porque las guerras, todas, traen cosas malas y en España lo sabemos muy bien. Porque para mí no existen buenos aquí al menos entre los políticos y terroristas, eso que quede claro a cualquiera antes de seguir leyendo. Vayamos primero con un poco de contexto antes de centrarme en la deriva de ese activismo que entiendo que no aporta nada positivo ni constructivo.
Desde 1947 se ha hablado varias veces de crear un Estado palestino mediante varias intentonas de acuerdos que jamás han sido firmados. En dicho año, la ONU propuso dividir Palestina en un Estado judío y otro árabe mientras que Jerusalén y Belén se hallarían bajo un régimen internacional especial administradas por la propia ONU. Sin embargo, la parte árabe no lo aceptó porque entendía que asignaba la mayor parte del territorio (58%) a una minoría y estalló la guerra en 1948. En 2000, en la cumbre de Camp David, fue Israel quien ofreció un Estado palestino albergando gran parte de Cisjordania y Gaza. El célebre Yasser Arafat lo rechazó porque consideraba que dejaban a la primera muy fragmentada en sus asentamientos, no incluía Jerusalén y no ofrecía soluciones para los refugiados. Años después hubo una etapa complicada con Ariel Sharon y Bush en EEUU que complicó cualquier acercamiento. En 2008, el israelí Ehud Olmert ofreció a Mahmud Abbas un Estado con retirada de Israel de las regiones mencionadas, intercambio de tierras y Jerusalén Este como capital compartida. Sin embargo, Abbas no firmó alegando falta de garantías contra acciones ofensivas en Gaza. De esta manera, el eterno conflicto tiene su punto de partida en el fracaso de las negociaciones derivada de la escasa voluntad de establecer acuerdos satisfactorios. Sin embargo, hubo algo mucho peor que terminó alejando aún más las posibilidades de acuerdo de paz: el ascenso al poder de los terroristas de Hamas.
En 2006, Hamas ganó por mayoría absoluta en Gaza frente a Fatah, el partido de Yasser Arafat y de Abbas. Un año después estallarían enfrentamientos armados y Hamas se terminaría imponiendo a la oposición y estableciendo una auténtica dictadura ejerciendo represión interna y censura sin que desde entonces se hayan celebrado más elecciones legislativas ni presidenciales. Palestina terminó dividida en dos gobiernos de facto que serían Cisjordania (ANP) y Gaza (Hamas). Hamas habría sido quién más ha alejado la paz en 75 años por dos razones, que se vinculan a su condición de régimen dictatorial. En primer lugar, mantiene la resistencia armada y terrorista contra Israel atacando indiscriminadamente a civiles que al mismo tiempo activan terribles represalias israelíes. En segundo lugar, oprime a su propia sociedad civil usándola como escudo al establecer infraestructuras militares en áreas donde existen hospitales y centros educativos y a minorías como los LGTBi, aplicando la Ley Sharia y la moral conservadora islámica y penalizando con cárcel la homosexualidad en Gaza con el antiguo código penal británico de 1936. Por el contrario, en Cisjordania es legal desde 1951. Por otra parte, es preciso añadir que aunque existieron acusaciones de desvío de fondos de ayuda a fines terroristas militares no se encontraron evidencias de ello.
El trágico 7 de octubre de 2023 más de mil personas murieron en Israel tras terribles ataques de cohetes disparados por Hamas (incluyendo un festival de música) y cerca de 200 personas fueron secuestradas. Esta fecha se convirtió en un punto de no retorno y la reacción ha sido escalofriante. Para Hamás fue una demostración de fuerza destinada a romper el bloqueo y colocar la causa palestina en el centro del debate mundial, pero para gran parte de la comunidad internacional no fue sino un acto de terrorismo masivo contra civiles que desencadenó una guerra aún abierta. La reacción del gobierno de Israel con Netanyahu al mando, según la misma comunidad, habría tratado de ponerse a la altura de tamaña acción criminal ejerciendo represalias para destruir a Hamas pero generando al mismo tiempo múltiples víctimas colaterales. No es menos cierto que precisamente los terroristas lo han favorecido. Como tampoco es es casualidad que la fuente principal que apunta a más de 60.000 víctimas en Gaza en dos años es... La propia Hamas a través de su ministerio de Sanidad. Y obviamente las ONGs replican esa información y contratan a expertos que la ratifican.
Llega el momento de responder a la primera polémica, ¿es un genocidio lo que está sucediendo en la franja de Gaza? La Convención de Naciones Unidas para la prevención y la sanción del delito de genocidio de 1948 exige probar la intención específica de destruir de forma total o parcial a un grupo protegido. La mera existencia de muertes masivas, hambruna o migración, pese a ser desgarradoras, no bastan por sí sola para una condena legal por genocidio Incluso la comisión de violaciones de Derechos Humanos. Y es que la calificación corresponde a tribunales con competencia penal, como los de los Estados miembros o la Corte Penal Internacional de Justicia, a pesar de que la Fiscalía esté investigando. Por el contrario, sólo ha sido insinuada por órganos particulares de la ONU como la Oficina del del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (advirtiendo de acciones que estarían impregnadas de características de genocidio) y expresada por algunos gobiernos nacionales como el socialista español, ONGs como Amnistía Internacional, medios de comunicación y periodistas y asociaciones de expertos como la IAGS. ¿Les suena a algo las coincidencias? Sin embargo, como señalo, no existe ninguna sentencia que así lo confirme como sí sucedió en el caso de la ex Yugoslavia de Radovan Karadzic.
Existen otros casos de investigaciones en curso de genocidios, pero apenas alguno se ha confirmado judicialmente. Está el caso de Sudán en Darfur, por el que la CPI emitió en 2009 orden de arresto contra Omar Al-Bashir por crímenes de lesa humanidad. El dictador fue depuesto por golpe de Estado en 2019 y juzgado y condenado, pero sólo por corrupción y las investigaciones determinaron que no había genocidio. A pesar de ello, la violencia étnica sigue activa en Darfur con denuncias de masacres perpetradas por milicias árabes. En Myanmar, la minoría musulmana rohinyá fue objeto de limpieza étnica y desplazamientos hacia Bangladesh y la CPI admitió varias demandas de declaración de genocidio, que siguen investigándose. En Irak y Siria, la persecución de ISIS contra los yazidíes ha sido reconocida como genocidio por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Parlamento Europeo y en Alemania (Frankfurt) se condenó en 2021 a un yihadista expresamente por genocidio. Finalmente, en Azerbaiyán, se expulsó en 2023 a casi toda la población armenia (más de cien mil personas) si bien no existe aún proceso penal que lo sentencie y a pesar de que tras la primera Guerra Mundial más de un millón de armenios ya sufrieron un exterminio por obra de los otomanos. Luego están otros casos como Nigeria y El Congo con miles de muertos y desplazados de religión cristiana en el primer caso y millones de muertos de minorías étnicas durante el presente siglo en el segundo que, sin embargo, nunca han sido reputados como presuntos genocidios sino como crímenes de guerra o lesa humanidad.
Sin embargo, los activistas de izquierda y entre ellos en España no consideran significativos esos "genocidios" que se están investigando (otros no) y con todo no son declarados como tales, pero sí el de Gaza que tienen clarísimo que lo es. Así que, ¿qué hay detrás de ello? Pues es muy sencillo. Por una parte, Israel encarna al poderoso, un Goliat con uno de los ejércitos más impresionantes del mundo. Es un país capitalista, muy occidentalizado y con EEUU como tradicional aliado, que a su vez es el monstruo tradicional del socialismo. También es visto como un Estado colonialista. Por la otra banda, Palestina es un "país sin Estado" que reclama independencia, su religión oficial es la musulmana y además su población es racializada, pobre y con escasos recursos. Por si fuera poco, cuenta con un brazo terrorista que para cierto espectro de la izquierda nunca fue un problema para luchar por objetivos políticos. Incluso, ciertos activistas miserables como el siniestro R. Solís los defiende y justifica empatizando de la misma manera en que lo hizo Batasuna de Otegi con los de la serpiente vasca. Pues bien, todo esto es el punto de partida para un activismo que, aún teniendo razón de base en abogar por el fin de la masacre en Gaza que ejerce Israel, peca de la mayor hipocresía y penosa actitud.
Son diversas las acciones en las que los activistas han exhibido más antisionismo que defensa de los Derechos Humanos, más que nada por el furibundo odio que continuamente expresan a la nacionalidad israelí. Demuestran que su guerra de moralidad no va contra el gobierno de Israel por crímenes de guerra sino contra TODA la nación. De hecho, los consideran nacionalsocialistas, equiparándolos con vergonzosos memes al movimiento del famoso ex pintor austríaco. Así por ejemplo, tenemos los intentos de boicot y amenazas a las dos últimas representantes de Israel en Eurovisión (la última sobrevivió al terrible ataque del 7 de octubre), acoso en redes sociales a la actriz de cine Gal Gadot (alguno de ellos instigado indirectamente por la incontinente verbal Rachel Zegler) y qué decir de las presiones de activistas de extrema izquierda en Euskadi, Galicia y Asturias para que ciclistas israelíes abandonasen la Vuelta. Y es que ha llegado a tal punto la imperiosa validación social que llegaron a criticar duramente a la cantante Rosalía por no pronunciarse, en el sentido de que la ausencia de ello equivalía a apoyar a Israel. Es que no se puede ser más sectario. Desde entonces, la artista no ha tenido más remedio que expresar condena para no volver a sufrir una funa. Otras acciones recientes han consistido en performances de dudosa efectividad como la famosa Global Sumud Flotilla con comida y ropa para Gaza que parece más un viaje fin de curso (inventándose ataques con drones para generar victimismo) y "baños solidarios" en el mar con banderitas palestinas en Baleares y Cantabria. En todo esto ha derivado el uso interesado de una tragedia humanitaria y, en síntesis, estos activistas no son sino otra parte más del problema.
Juan Soto Ivars y Arturo Pérez-Reverte, cada uno por su parte, son dos intelectuales que consideran que Netanyahu debe de ser juzgado y preferiblemente por su propio país. A día de hoy, la mayoría de israelíes lo que quieren es la paz y que sus familiares secuestrados regresen a casa sanos y salvos. Por eso muchos no entienden por qué no se establece una paz y ni tan siquiera un alto el fuego. La desconfianza es máxima, pero el gobierno israelí no contribuye tampoco al fin de la guerra. Por otra banda, ambos autores coinciden en que el activismo que dice defender la causa de Palestina hace justo lo contrario y blanquea tanto al terrorismo islámico como el totalitarismo que hay detrás de la religión. Por ello, pese a los ataques cruentos de Israel es muy difícil ocupar un asiento junto a los antisionistas disfrazados de amantes de los derechos humanos. Además, cuando el propio Netanyahu reconoce haber permitido financiación a Hamas para desestabilizar a Palestina mediante fondos provenientes de Irán y Qatar y lo que es peor de la Unión Europea, ¿en qué cabeza cabe posicionarse a favor de su gobierno? Pero no nos confundamos y caigamos en la trampa de la extrema izquierda de odiar a los países y a sus ciudadanos. Son los gobernantes y los terroristas los culpables, no los ciudadanos y menos aún las víctimas.
Y es que, en definitiva, este activismo desnortado de extrema izquierda y que ha contagiado también a la izquierda en España, ha convertido la causa de Palestina y la paz en una dualidad entre el bien y el mal para esconder otros temas y problemas que o bien no le reportan votos (como la inseguridad ciudadana vinculada a la inmigración ilegal y los Menas) o sólo erosionan a su socio para gobernar (la corrupción socialista). Además, también ha impregnado a la tragedia de Gaza de una etiqueta de calidad de forma que toda persona que ose considerarse humana y con corazón debe de posicionarse en el mismo sentido, a pesar de que sus fuentes sean los terroristas de Hamas. Y lo que es más, creerse que los valores de democracia, derechos humanos y respeto a la igualdad LGTBi y hasta lo Queer es compatible con un régimen dictatorial e incluso con la deshumanización de toda una población por el mero hecho de tener la nacionalidad israelí. Ese activismo que se cree salvador de las causas más justas y articula acciones tan constructivas como reventar etapas de la Vuelta ciclista, irse de crucero, hostigar a artistas, romantizar terroristas islámicos e influir en Gobiernos como el de España que ha asumido todos sus postulados. Simple y llanamente porque son su público electoral y porque le ayuda como cortina de humo contra el escenario político nacional. De hecho abrió el curso 2025/2026 con un anuncio de embargo de armas a Israel y ayudas de 150 millones de euros a Gaza mientras las víctimas de la DANA y en La Palma esperan aún.
La solución al conflicto pasa necesariamente por el reconocimiento oficial del Estado de Palestina pero empleando los cauces formales para ello, esforzándose más en el diseño del acuerdo, más flexibilidad en la negociación y con la firma de la paz definitiva entre Israel y sobre todo la región de Gaza, porque el problema no es Cisjordania. Pero siempre ha de ser irrenunciable la desarticulación y desaparición de Hamas como elemento terrorista. También es necesario que se proceda a la reconstrucción de Gaza con inversión tanto americana como europea. Finalmente, convocar elecciones de manera que exista un gobierno democrático que gobierne ambas regiones. Sin embargo, lo más simple es afirmarlo así tan llanamente, porque el paraíso que supondría eso no parece ni remotamente imaginable a largo plazo, la guerra no parece sino recrudecerse y las partes no parecen ni interesadas en sentarse a negociar. En las mejores épocas, ni tan siquiera en ellas se pudo alcanzar un acuerdo de confianza, seguridad y estabilidad. Además, ni tan siquiera veo factible una amnistía por semejantes crímenes, por lo que necesariamente han de existir condenas ejemplares. Todo esto, sin duda, convierte al conflicto Israel-Palestina en el rompecabezas geopolítico más complejo que existe en el Mundo a día de hoy, peor aún que el de Rusia-Ucrania y sólo nos queda desear que la vida nos de lo suficiente como para algún día ver con nuestros ojos (o escuchar con nuestros oídos) que por fin la Paz sea la triunfadora.
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