Durante esta semana, tanto el miércoles como el viernes, se debatió y votó en el Congreso de los Diputados la investidura como Presidente del Gobierno de Pedro Sánchez. Por primera vez en la historia de la democracia (aunque era de esperar), no ha sido investido el candidato en ninguna de las dos rondas que prevé la Constitución Española de 1978. En la primera de ellas sólo contó con los votos del grupo parlamentario socialista y de Ciudadanos, mientras que en la segunda se sumó sorpresivamente Coalición Canaria. El resto de grupos votó sistemáticamente en contra, aunque sólo hubo alguno aislado que manifestó alguna posibilidad de cambiar su sentido negativo. En concreto, DiL (la nueva CiU) exigió un referéndum en Cataluña para votar de forma positiva. Pero lo más importante fue el nivel a que han llegado a ser retratados unos cuantos.
La intervención de Pablo Iglesias el miércoles fue sencillamente vergonzosa. Llegó a unas esferas raramente vistas en la política, para ser una persona que precisamente estudió esa carrera y es Doctor. Fuera de sí, empezó con un discurso guerracivilista más propio de la II República y acusando tanto a PP, como a PSOE y C's. Pero especialmente llamó la atención su gravísima acusación contra Felipe González, ex Presidente del gobierno durante 1982-1996. Le acusó de tener las manos manchadas de cal viva. Es decir, de haber sido responsable de los asesinatos cometidos por el GAL de los etarras Lasa y Zabala. Ya se depuraron responsabilidades en su momento y hubo varios cargos encarcelados, pero se nota que sacó esta historia para enfurecer los ánimos de los socialistas y especialmente de los barones. ¿Se rebajará Sánchez a partir de la semana que viene a pactar con ellos? Para terminar su patética actuación, se dispuso a sacudir el brazo como el que marca un gol y, en medio de un espectáculo más preparado que los vídeos de primera, besarle a Doménech (ECP) recordando a muchos el beso comunista de los líderes comunistas ruso y alemán. Para, como epílogo, después de su violenta intervención, rematar que en ellos "hay mucho amor". Postureo barato.
Ayer viernes, el espectáculo lo protagonizaron otros. Gabriel Rufián, joven portavoz de ERC, subió para dar el discurso de siempre, sólo que recurriendo a falsos e inventados datos sobre el paro y la exclusión social en España. Mientras tiene la cara dura de no decir nada ante la aprobación de recortes de su partido con CiU en Cataluña. Ni una sola palabra de la política autónoma que toma el gobierno de la Generalitat en la que tiene competencia y, por tanto, responsabilidad. Pero lo peor fue acusar por enésima vez a Ciudadanos de no condenar el Franquismo. Al final de todas las intervenciones, Juan Carlos Girauta pidió la palabra para contestar a tamaña injuria y desmentirla, recurriendo al artículo 71.3 del Reglamento del Congreso (cuando se afecte al decoro o dignidad de un grupo). Pero ahí no quedó la cosa, sino que también pidió intervenir el portavoz Rafael Hernando del PP, que espetó al presidente de la cámara Patxi López que no era posible un turno por alusiones. Al no darle la razón, pide entonces un turno de alusiones por unas declaraciones de Antonio Hernando del PSOE en las que señalaba que para el PP era corrupción acatar una propuesta de investidura del Rey. Tras una discusión, le recalca que no tiene la palabra y, por si fuera poco, un Tardá enfurecido pide intervenir y se le llama al orden. José López, Alcalde de Cartagena, no hubiese tenido problema alguno en echarlo a la calle.
Albert Rivera dio un poco de luz en medio de este espectáculo. De hecho, ha sido el mejor valorado en las intervenciones de los debates y muy especialmente en el primero. Criticó duramente pero con respeto tanto a PP como a Podemos, que son los dos que están dedicándose a bloquear cualquier investidura en la que ellos no sean los protagonistas. Los que no quieren cambiar y los que desean romper España. El primero (Rajoy) debería saber que si no es candidato es porque no quiso. Se decidió retirar, mientras que Ciudadanos sí había manifestado la posibilidad de establecer un pacto con 200 medidas muy importantes para promover un cambio real y sensato. Como así no fue, contactó con Sánchez para acordar un programa de mínimos que es sólo un comienzo y al que se pueden añadir muchas más cosas para una auténtica nueva Transición. La de 2016. En la que vuelva a haber un auténtico mestizaje ideológico. Pero no, eso no lo admite Podemos, que sabe muy bien lo que quiere: ministerios, controlarlo todo y contentar a sus nacionalistas. Ahí estuvo también incisivo Albert preguntándole a Iglesias si lo siguiente sería hacer ministro del Interior a Arnaldo Otegui. Fue la mejor pulla. Y la de ayer fue recordarle que el PCE de la Transición no pidió esferas de poder, sino el diálogo y la participación y que ojalá se parecieran a él. Pero también puso el dedo en la llaga con el cuestionamiento de la decisión del Rey.
¿Y qué va a pasar ahora? Patxi López tendrá que entrevistarse con el Rey la semana que viene y habrá que tomar una decisión. Felipe VI puede instar a Sánchez a que siga negociando, volver a llamar a Rajoy, proponer otro candidato diferente (Iglesias o incluso Rivera) y la menos probable aún, convocar elecciones. De acuerdo con la Constitución, el plazo para investir presidente del Gobierno acabaría el 1 de mayo. Por el momento, no parece claro que alguien vaya a dimitir ni apartarse. Habrá que esperar a ver lo que sucede.
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