El pasado martes 22 del presente mes de marzo se cometieron dos nuevos atentados terroristas. Concretamente en la ciudad de Bruselas (Bélgica) y los espacios fueron el aeropuerto y el metro. El resultado ha sido de 30 muertos y más de doscientos heridos. Como era de suponer, ISIS ha reivindicado estos atentados que han sacudido al centro neurálgico de Europa. Demasiado reciente queda el anterior ataque del 13 de noviembre en París y tampoco tan alejada la matanza de Charlie Hebbdo. Es evidente que el terrorismo islámico se ha convertido en un problema de primer orden para la seguridad en Europa. Madrid (2004), Londres (2005), París (2015), Bruselas (2016)... ¿Cuál será la siguiente capital?
Es preciso mencionar que los ministros de Interior y Justicia del gobierno belga pusieron su cargo a disposición del presidente por motivo de un grave error que liberó a uno de los implicados en la masacre y que se inmoló junto con otros tres: Ibrahim El Brakoui intentó infiltrarse de forma ilegal en 2015 la frontera con Siria y fue deportado a Turquía. De allí, fue expulsado a Holanda y regresaría después a Bélgica. Pero ahí no acaba la cosa, puesto que ya fue condenado a nueve años de prisión por robo a mano armada en 2011 y tan sólo pasó 3 años en la cárcel, ya que fue puesto en libertad condicional. Pero Charles Michel, Primer Ministro, no ha aceptado las renuncias.
En España, como era de esperar, hay quien no ha perdido tiempo en retratarse. Como el Alcalde de Zaragoza, llegando a acusar a Occidente de la culpabilidad de tales asesinatos. Claro que sí campeón, enfocando a la víctima como la agresora. Pero también está el ínclito Pablo Iglesias que se niega a firmar el pacto antiyihadista, pero en su lugar y con toda la tranquilidad anuncia que asistirá en calidad de observador a las reuniones. Al mismo tiempo, se atreve a hablar de unidad de todos los partidos. La idea de cortarles la financiación depende fundamentalmente de los países que lo hacen, no de España y tampoco tiene ningún sentido esta acción si no se destruyen sus arsenales y cuarteles. Eso fue lo que hizo Francia y fue duramente criticada por la progresía española, que aprovechó para desinformar y ocultar que los objetivos eran militares. Tampoco nos podemos olvidar del paripé que montó Podemos Navarra junto con sus marcas blancas IU y HB BIldu, que exigió que no se mencionase a la bandera española y Europea en la moción de condena. Vale que las decisiones que haya tomado la Comisión Europea acerca del tema de los refugiados y su envío a Turquía sean dudosas, pero seguimos siendo europeos gobierne quien gobierne. Es igual que la estupidez de Zapatero en 2004 cuando no se levantó al paso de la bandera americana. Pero todavía hay más y es que ahora los ciberfans en redes sociales restan importancia a las condenas institucionales. Claro, se nota que Arnaldo Otegui es su amigo.
Al margen de estas reacciones de chiste, creo que es evidente que las partes en el pacto antiyihadista tienen que darle más contenido a este instrumento y exijan actuaciones inmediatas. No es necesaria ninguna guerra porque realmente YA estamos en ella. Nos la han declarado. Y en todo caso, lo que no puede ser es que permanezcamos parados mientras esta gentuza sigue destrozando familias y causando terror. Si hay que eliminar sus centros de reclutamiento y sus arsenales de armas, hay que hacerlo. Marcar objetivos militares y no civiles, pues si única y exclusivamente se recurre al corte de financiación seguirán existiendo más atentados y más muertes de inocentes. Y, por supuesto, establecer más férreos controles de las fronteras más allá de los aeropuertos, con una mayor coordinación policial y penal de los países europeos. También es necesario que se rastreen todas las páginas webs y redes sociales sospechosas de reclutamiento de yihadistas. Y, por último, ser mucho más duros con las penas. La cadena perpetua revisable por causa de terrorismo en banda organizada debería ser más que motivo para ello.