Celebradas ayer las Elecciones en Cataluña, las cuartas en un plazo de apenas siete años, han deparado la histórica victoria electoral de Ciudadanos. Una fuerza política que entró con 3 diputados en 2006 ha ido creciendo hasta situarse con 37 y más de un millón cien mil votos de catalanes. Ganando especialmente en los núcleos urbanos y en todas las capitales de provincia menos en Girona. Sin embargo, el enorme éxito de Inés Arrimadas y su equipo no se ha visto acompañado de nada similar en el resto de candidaturas que apoyan la continuidad de Cataluña en España y la unidad territorial, lo que imposibilita una alternativa que desbanque de una vez por todas al separatismo.
Junts per Catalunya, el enésimo nuevo nombre de la extinta CiU, ha sido la segunda fuerza más votada por muy poca diferencia frente a Esquerra Republicana. Con unos candidatos ausentes (uno fugado a Bélgica, Puigdemont, y el otro en prisión provisional - Junqueras-) han sumado 34 y 32 respectivamente, lo que suma 66 escaños a dos fuerzas que antaño eran competidoras y diferenciadas y hoy por hoy son prácticamente lo mismo. No se sabe quién es el de derechas y el de izquierdas, pues el fanatismo separatista les ha fusionado sus programas. De las pocas diferencias que encuentro es que los primeros no cuentan con el "humorista" Gabriel Rufián, que al parecer tiene mucha imaginación y originalidad en Twitter. Fuera de ahí, alguna menos. En total, son 4 escaños más que cuando fueron Junts per sí y han ganado cerca de 300.000 votos entre los dos, mientras que sólo Ciudadanos ha subido 400.000 aproximadamente.
Los comunistas de la CUP se han pegado el gran tortazo electoral del bloque independentista al perder la enorme subida de 2015 y quedarse en 4 escaños. Han perdido más de 140.000 votos, que muy probablemente han ido a engrosar tanto a JpC como ERC, lo que me da pie a pensar que realmente no captaban votos al 100% de antisistemas, sino sencillamente gente que optaba por una independencia real y confiaban en que sólo los grandes podrían conseguirla.
El PSC prácticamente no ha sufrido cambios. Uno de los que más bandazos ha dado en campaña (criticando a todos lados al tiempo que hablando de diálogo y unidad de España) ha aumentado un diputado. Ha ganado 80.000 votos, que posiblemente hayan sido pescados de En Comú Podem y del ala moderada de Esquerra. Iceta ha salvado los muebles, puesto que no sólo ha mantenido el tipo electoral sino que también ha evitado tener que ser decisivo. De hecho, dio a entender (una vez conocidos los resultados), que le hubiese gustado ayudar a una mayoría alternativa si no ganasen los independentistas. Es decir, reconoce a posteriori que mintió cuando respondió que no apoyaría a un gobierno presidido por Inés Arrimadas.
En Comú Podem ha perdido más de 40.000 votos y tres diputados. Su equidistancia absoluta, mucho mayor que la del PSC, ha convertido a la marca de Podemos en una fuerza poco relevante para cambiar la situación. A nivel municipal y sobre todo nacional, tiene mucha fuerza en Cataluña, de manera que tanto independentistas como no independentistas (de izquierdas) habrían votado a Iglesias o a Colau. Sin embargo, a nivel de la GenCat dejan muchas más dudas.
Estas circunstancias, convierten más si cabe al voto de Ciudadanos en un voto transversal, es decir, que proviene de gente de muchas ideologías pero que confluyen en el deseo de una Cataluña española y una España unida. Que nadie se convierta en un extranjero en su propio país y tenga los mismos derechos que cualquier otro español en los territorios de las CCAA.
El gran derrotado, sin duda alguna, es el PPC de Xavier Albiol. El batacazo ha sido espectacular, pasando de 19 diputados en 2012 a 11 en 2015 y a tan sólo 3 en 2017. Han perdido nada menos que 165.000 votos, que muy probablemente han ido todos a Ciudadanos. En Cataluña, se habría castigado ayer al PP por dar una sensación de no ser capaz de aportar soluciones convincentes y por haber reaccionado tarde y de forma tibia al problema de convivencia territorial que han generado los independentistas. La aplicación del artículo 155 estaba justificada desde hace mucho tiempo, tratándose de una amenaza y vulneración grave al interés general y a las obligaciones constitucionales de la Comunidad Autónoma de Cataluña. Es un trasvase que podría ser extrapolable a nivel nacional, más allá de esta región. Pero es que hay algo más.
Inés Arrimadas, en unas elecciones que han obtenido récord de participación con un 82% ni más ni menos (cinco puntos más frente a 2015), ha sido identificada como la mejor alternativa al independentismo. Sus más de 400.000 votos ganados no sólo provienen del PP, sino que muchísimos otros han venido de gente que se estaba absteniendo. Por lo tanto, la activación del voto ha sido fundamentalmente para Ciudadanos. Se trata de personas que se están rebelando ante el desafío separatista que ahuyenta a las empresas y oculta con su demagogia importantes recortes en servicio sociales. Demagogias como aprobar leyes que vulneran el marco competencial para únicamente fomentar el enfrentamiento.
En resumen, podemos decir que realmente los cambios más importantes han venido desde dentro de los bloques. La fuerza entre los bloques independentistas y unionistas es prácticamente la misma que hace 2 años. Sin embargo, el protagonismo del segundo lo acapara de forma muy clara Ciudadanos, mientras que en el primero los dos grandes han hecho diluir la opción antisistema. Pero la única diferencia no es esa, sino que el impacto de levantar al ex votante de la silla ha sido mucho mayor a favor de Ciudadanos que ERC y JxC juntos. Así que deberían de tomar nota, al margen de preocuparse para gobernar en serio y enterrar cualquier amago de DUI que motivó de manera justa y constitucional la aplicación del artículo 155. Por su exclusiva culpa.
Con todo, lo que más hace rabiar a los independentistas es que Ciudadanos tenga más diputados que cualquiera de sus listas. Se nota en redes sociales. Esos de la "revolución de las sonrisas", que tanto han insultado e increpado a Arrimadas, su marido y compañeros del partido en plena calle, atacado a las sedes cuando no defendido tales acciones, acosado en Twitter... Ese es el odio y el fascismo que han extendido JxSí y la CUP. La expresión más mezquina del adoctrinamiento que manejan y propagan en las instituciones, muy bien alimentadas económicamente.
Mi enhorabuena a Inés Arrimadas, a todo su equipo y a mis compañeros/as que se desplazaron a Cataluña para ejercer de voluntarios apoderados.
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