viernes, 7 de noviembre de 2025

El engaño feminista: la deriva desigualitaria pilotada desde arriba

Otro tema de esos polémicos de los que me había reservado hablar es el feminismo y entre otras razones porque hay gente mucho más experta en el tema e incluso profesional como Valentina Ortiz (a la que admiro y recomiendo encarecidamente escuchar) así como críticas en clave de humor como Una Alienada o Shuuy y otras que participan en muchos debates en podcasts como Ramsey Ferrero. Además, supuestamente al ser hombre no debería ni opinar a no ser que sea para validar (falso mantra impuesto). Pero, en realidad tales circunstancias no obstan en absoluto para que exponga mi opinión sobre la deriva del feminismo social e institucional que ha degenerado en un movimiento y constructo que nada tiene que ver con la igualdad sino justo lo contrario: transforma desigualdades ya existentes en otras nuevas y legitimadas jurídica, política y socialmente. Además, ha perjudicado tanto a hombres como a mujeres, demostrando su alineación con un pensamiento único y para nada integrador salvo en el marco de una izquierda cada vez más radical y antidemocrática. No me detendré en los escándalos de la Ley 'Solo sí es sí' de la infame Irene Montero ni de las defectuosas pulseras de órdenes de alejamiento, sino en los factores que han retratado al feminismo como un nuevo sistema de desigualdades.

Desigualdades jurídicas y económicas.

Las más relevantes son las que introdujo hace 20 años la Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género ideada por el nefasto Gobierno Zapatero. Esta Ley introdujo varias asimetrías penales destacando la inversión de la carga de la prueba - que recae en el hombre acusado - y estableciendo penas más graves si el agresor es varón y si la víctima es mujer. En cambio, ante cualquier otra combinación de géneros, se aplica el tipo general con menor castigo. Estas circunstancias vulneran tanto el derecho a la presunción de inocencia como el principio de igualdad ante la Ley reconocidos en la Constitución Española. Sin embargo, el Tribunal Constitucional mediante sentencia 59/2008, con varios votos particulares en contra y en medio de importantes presiones sociales y políticas, las justificó alegando la "mayor gravedad estructural" de la violencia del hombre contra la mujer. Inicialmente, estas desigualdades se justificaron en la mayor capacidad física (como regla general) del hombre. Sin embargo, el concepto de violencia se ha ido amplificando cada vez más en sentido material abarcando esferas como la violencia psicológica e incluso digital en las que en términos prácticos se anulan las diferencias de género. Paradójicamente, en sentido subjetivo se ha restringido pasando a hablar de violencia de género a violencia machista.

Pero lo peor en lo que ha derivado ese nuevo marco asimétrico es en la proliferación de denuncias falsas a hombres que han sufrido el negacionismo político por parte de toda la izquierda y cierta parte de la derecha. De forma machacona reducen ese drama al absurdo de un supuesto 0,000001% de las denuncias presentadas. Lo que siempre han ocultado es que para que una denuncia entre en la etiqueta de falsa necesita un procedimiento aparte tras archivarse o declararse absuelto el inculpado. En muchas ocasiones, los abogados recomiendan no hacerlo porque pueden toparse con una nueva denuncia cruzada y la asimetría penal se les volvería en su contra de nuevo. Es más, otro "consejo" polémico es que se firme una conformidad para evitar juicios y posibles problemas, lo cual no significa que se acepte la culpabilidad pero para las estadísticas sí les cuenta como si fuese una condena. El ejemplo más paradigmático de esto es el caso Juana Rivas, en el que Francesco Arcuri es tratado de maltrador y todo lo peor en base a una supuesta condena inexistente y que ha sido objeto de innumerables denuncias instrumentales y falsas bajo la complicidad del Gobierno de España. Todas esas denuncias que son archivadas por falta de fundamento o procesos en que el acusado demuestra su inocencia no contabilizan como falsas a pesar de que hubiesen sido inventadas o usadas de forma instrumental para obtener ventajas en circunstancias como divorcios. Pero lo más paradójico es la cantidad de políticos de izquierdas que han terminado reivindicándose como víctimas de una denuncia falsa, empezando por Juan Fernando López Aguilar (Ministro del PSOE e ideólogo de la Ley), David Bravo (diputado de Podemos), Ignacio Mañana (concejal PSOE), Fran Muñoz (diputado Mas Madrid), Indalecio Gutiérrez (diputado PSOE), Felipe Ramos (IU La Palma), Ignacio Caraballo (PSOE Huelva), etc, etc... hasta llegar a Íñigo Errejón. Para cerrar este párrafo podemos ver este vídeo de Juan Soto Ivars, que la semana que viene publica el libro Esto no existe sobre el tema de las denuncias falsas de Viogen.

La denominada violencia vicaria se refiere al daño que se efectúa a ciertas personas (o incluso animales) con la intención de indirectamente producírselo a una tercera persona, que viene a representar el centro y el motivo de la agresión o crimen producido en un contexto inequívoco de venganza personal. Pues bien, este tipo de violencia interpuesta que puede y de hecho ha sido ejercido tanto por hombres como mujeres, ha sido normativizado por el PSOE como exclusivo de los hombres contra las mujeres. La próxima Ley, que es comentada por Valentina Ortiz en este vídeo, supone mirar para otro lado ante los casos de mujeres que han dañado mental o físicamente o incluso acabado con sus hijos como mecanismo de revancha contra el hombre. Es más, las estadísticas interesan al Gobierno en la medida en que apuntalen su relato impostado y  no se contabilizan más que los filicidios cometidos por los padres omitiendo los de las madres. Como casos más mediáticos e impactantes tenemos, por ejemplo, el caso Yaiza de Sant Joan Despí en Barcelona en el que una niña de 4 años fue asesinada por su madre y qué decir del terrible caso de Gabriel Cruz el pescaíto en Níjar (Almería) a manos de la novia de su padre. 

La violencia vicaria se halla inequívocamente unida a otra más "sutil" que es el síndrome de alienación parental. Fue acuñado por el psiquiatra Richard Gardner en 1985 y sin embargo se ha topado con oposición de la OMS y psicólogos de salud mental. Ya sea por intereses ocultos, es un problema censurado y proscrito muy especialmente por la izquierda política y mediática porque no quiere reconocer la capacidad psicológica que pueden tener padres y madres separados o en trámites de divorcio para machacar la mente y manipular a los hijos menores en orden a posicionarlos en contra del ex cónyuge. Sinceramente en ese punto ya da igual como lo nombremos y conceptuemos que negar estas circunstancias es faltar a la verdad deliberadamente. Aunque no puedan usar ambas partes este recurso, ya implica desigualdad en la medida en que legitima la manipulación e imposición de ideas que pueden afectar al psique de un menor con desarrollo mental aún incompleto.  Y un caso paradigmático es el de María Sevilla, indultada por el Gobierno socialpodemita en 2022 tras ser condenada por sustracción de menores. La entrevista a su hijo es sencillamente demoledora.

Otras desigualdades hacen referencia a medidas de fomento tanto económicas como legales. Entre estas últimas, destacan especialmente las políticas de cuotas paritarias. Hasta hace poco, se mantenía la obligación de guardar cuotas máximas de 40%-60% de porcentajes para uno u otro género. Sin embargo, recientemente se aprobó por parte de PSOE y Podemos liberarlas para mujeres, de forma que se puede incumplir sin ningún problema legal a favor de ellas. Así que ya no les preocupa reventar no ya la paridad sino también el principio meritocrático. Del mismo modo, existen baremos físicos distintos en pruebas para cuerpos policiales y de bomberos a pesar de que van a realizar el mismo trabajo. Otro tipo de ventajas exclusivas, ya entre las económicas y fiscales, son por ejemplo el polémico complemento de maternidad en pensiones contributivas (declarado discriminatorio por razón de sexo por el TJUE y que tuvo que ser suavizado si los hombres acreditasen perjuicio en su carrera profesional), ayudas específicas para el emprendimiento femenino, deducciones en el IRPF para mujeres trabajadoras que en el hombre sólo es posible si dispone de la custodia exclusiva y el gran cajón de sastre de las subvenciones, convocatorias y premios destinadas exclusivamente a mujeres. Y aquí (sobre todo aquí en España) es donde se cuelan millones de euros de dinero público por un sumidero tanto a nivel del Estado como Comunidades Autónomas e incluso Ayuntamientos. Cantidades ingentes de dinero público destinadas (en muchos casos) a proyectos e influencers con escasa o nula visibilidad e interés público.

Invisibilización de causas masculinas.

Respecto a la custodia compartida, aunque el artículo 92 del Código Civil la permite, la práctica judicial refleja una asimetría estructural. Incluso cuando las condiciones de ambos progenitores sean similares, se mantiene un sesgo jurisprudencial que (impregnado del cultural que promueven las políticas izquierdistas), favorece la custodia exclusiva materna. De hecho, muchos jueces supeditan la compartida al consentimiento materno o a la ausencia de conflicto, generando una desigualdad práctica entre hombres y mujeres en la aplicación judicial del Derecho de familia. Es más, según estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, en una amplia mayoría (más del 60% de los casos), se concede custodia exclusiva a la madre. Sería interesante que un feminismo que realmente abogase por la igualdad luchase por el mismo derecho con independencia del sexo, pero lejos de ello prefiere etiquetar al hombre como presunto maltratador o mal padre sin prueba alguna y defender a la madre por el mero hecho de ser mujer. La figura del padre carece de reconocimiento institucional alguno como sujeto vulnerable, pudiendo perder el contacto cotidiano con sus hijos y sufriendo desigualdades tanto afectivas como económicas con el abono obligatorio de las pensiones.

Por otra parte, se habla con frecuencia de la existencia de brecha salarial de género, en el sentido de que las mujeres percibirían menores cantidades económicas por sus puestos de trabajo en comparación con los hombres y, del mismo modo, ocuparían en menor número cargos de responsabilidad. Sin embargo, estas afirmaciones parten de falacias o medias verdades. Así, por ejemplo, existen puestos que por sus características desempeñan horas extraordinarias o nocturnas (guardias) y en general son más desempeñadas por hombres que mujeres, ya sea por cuestiones familiares o personales. Evidentemente, aquellos que realizan más horas fuera de la jornada ordinaria van a percibir mayor sueldo que los que no lo hacen, pero no por ello existe discriminación por razón de género. Es lo mismo que el temita del fútbol cuando ciertos jugadores masculinos generan mucho más dinero no ya que las jugadoras sino entre ellos mismos por su diferencia de caché. Pese a ello, se sigue insistiendo en una inexistente desigualdad al mismo tiempo que se ignoran los mayores accidentes laborales en hombres. De manera vergonzosa y humillante, esa mayor cifra es despachada por algunas corrientes feministas como consecuencia de una actitud temeraria de los hombres, cuando en realidad sucede que mayoritariamente son ellos los que ejercen trabajos peligrosos como en mantenimiento de carreteras, obreros en andamios o en contacto con materiales químicos o nocivos. En ese tipo de trabajos, nunca veremos a una feminista exigir paridades, al tiempo que reclaman más posiciones en puestos directivos que no pocas mujeres declinan porque no desean renunciar a buena parte de su esfera familiar y personal.

Otro drama absolutamente ignorado por el feminismo y que afecta a los hombres es la salud mental y los mayores números de suicidio en ellos, con especial incidencia en los de mayor edad. No existe ningún programa ni plan preventivo orientado a perspectiva de género ni ninguna campaña institucional, como tampoco ningún estudio específico sobre las causas que pueden inducir a ello como pudieran ser la desigualdad en procedimientos de separación y divorcio, la cancelación social y personal que implica ser objeto de una denuncia falsa o incluso apartar los hijos sistemáticamente de su vida. No, esto al feminismo no le va a interesar jamás para que no perjudique su narrativa. En lugar de analizar la influencia de estas variables o de cualquier otra como cuestiones laborales o la soledad para actuar en consecuencia, el feminismo y la prensa de izquierdas, con la connivencia de "expertos" cuidadosamente seleccionados para el relato, despachan esta desgracia aludiendo a una supuesta "masculinidad tóxica" y la necesidad del hombre de deconstruirse, destruyendo cualquier empatía sobre su vulnerabilidad y sufrimiento. En definitiva, una absoluta despreocupación materializada en una indignante asimetría moral y política, donde los hombres no importan sino que molestan.

Tampoco interesa al feminismo la brecha educativa y el fracaso escolar que se remarca en los hombres al abandonar antes los estudios, obtener peores resultados en compresión lectora o finalizar menos carreras universitarias, pese a que el Ministerio de Educación lo sabe perfectamente. Las políticas educativas con enfoque de género se centran en mujeres y no existe ningún programa para chicos en riesgo de exclusión educativa y menos aún campañas que analicen el fenómeno desde la perspectiva de roles de género. En lugar de eso, se les etiqueta burdamente como menos inteligentes, más brutos y presos de su testosterona.

El remate final de este apartado es que acompañado a la ausencia de centros y líneas de atención destinados a hombres, se ponga el grito en el cielo cuando osen constituirse asociaciones en defensa de los derechos de los hombres como la Fundación para la defensa de los hombres maltratados. Fue creada en 2024 en Valencia y fue puesta en la diana mafiosamente tanto por el Ministerio de Igualdad (dirigido por la sectaria Ana Redondo) como por el PSOE acusando a aquella de inconstitucional e impugnando su registro. Absolutamente demencial lo de esta gente.

Desacreditación de libertad de otras mujeres. Censura del disenso femenino.

Entre las mujeres también se impone un sororidad selectiva, en el sentido de que se castiga cualquier crítica al movimiento feminista o simplemente visionarlo desde otra perspectiva ideológica aunque su base sea positiva y de apoyo. En ese sentido, hay que recordar los ignominiosos escraches callejeros a mujeres políticas como Cristina Cifuentes o Begoña Villacís, ésta última embarazada de 9 meses. O qué decir de los izquierdistas llamándoles pxtas a diputadas de PP y Ciudadanos tras investir a Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno en 2016. Ni una sola palabra de las feministas ni los "aliades" (los tontos útiles de estas) más que para apoyar estas acciones por mero odio ideológico. También podríamos hablar de los acosos que reciben mujeres disidentes con el feminismo como le sucede a Ramsey Ferrero. Y lo que es más, comportamientos de este tipo han sido legitimados por discursos como el de la streamer Abby que entendía que la sororidad no es estar siempre de acuerdo con lo que hagan las mujeres, que era perfectamente compatible pisotear la moral de las que no siguieran su credo. Esta lamentable declaración se inserta en el contexto del enfrentamiento con la otra streamer RoRo, que desde el pasado año se convirtió en una muchacha blanco del feminismo radical más excluyente y sectario.

Roro Bueno no es más que una influencer cuyo contenido se basa en comida y utilizando la coletilla típica de "hoy a mi novio Pablo le apetecía...". Esa presentación enfureció a la turba y por desgracia con la connivencia involuntaria de la derecha que la etiquetó como 'Trad Wife' y la extrema izquierda agarró ese cable para electrocutar el entorno. No, RoRo no es una trad wife ni tenía intención de serlo, pero bien libre sería si así lo deseara, pues sería su elección de vida personal que ni tan siquiera promociona sino que es feliz con ello. El acoso y los ataques furibundos han llegado a exponer lo peor tanto en redes sociales como fuera de ellas y fueron amplificados con motivo de su colaboración con la asociación de Revuelta (vinculada a Vox) con motivo de repartir comida para las víctimas de la Dana en Valencia, siendo directamente acusada de nazi. Sí, hasta ese punto de delirio es capaz de llegar la gente y, por supuesto, instigada por las críticas de la extrema izquierda política y social. Incluso llegado a declaraciones tan deleznables como esta. Y es que el feminismo, si necesita destruir a cualquier mujer no sometida a unos dictados inamovibles, no vacila en ello porque es más importante en su lógica totalitaria que la libertad de las mujeres.

La gestación subrogada fue una de las causas abanderadas en su momento por Ciudadanos y que fue criticada a izquierda y derecha. El modelo que siempre se ha defendido es el altruista canadiense, en el que la mujer gestante sólo sería remunerada como indemnización por el tiempo que permanecería de embarazo y lógicamente sin poder trabajar, pero no como una retribución o recompensa especial. La izquierda, sobre todo, ha acusado a esta técnica de "comprar bebés" o de "usar el cuerpo de las mujeres", cuando se recurre única y exclusivamente a la libre voluntad y no existe ningún tipo de enriquecimiento económico. Menos todavía cuando en el mismo proyecto se exige que la gestante tenga ya recursos. En lugar de legalizar esta práctica, el Gobierno de España ha optado por perseguirla y prohibirla hasta recurriendo al extranjero como han recurrido personas del colectivo LGTBi, de manera que no permite inscribir a los bebés. En cambio, con el aborto, parece que no tienen ningún problema con el cuerpo de las mujeres. Al contrario, en todo caso llegan incluso a vanagloriarse de que más de 100.000 abortos se produzcan cada año en España que en proporción con 300.000 nacimientos es un escándalo. Para qué preocuparse de fomentar y favorecer el acceso a medios anticonceptivos como la campaña "póntelo, pónselo" de los años noventa, para qué reforzar la conciliación o para qué incrementar ayudas sociales a madres y padres, si para el feminismo lo 'cool' es defender como la siniestra Ane Lindane que algo traumático como el aborto es bueno y ella lo ha hecho 5 veces y voluntariamente. Con pensamientos tan horribles como estos se entiende que el PSOE, en lugar de lo anterior, pretenda colarlo como derecho en la Constitución por la puerta de atrás y en el capítulo de los principios rectores para saltarse el procedimiento agravado. ¿Hasta cuándo romantizar el aborto? ¿Hasta cuándo más hipocresía sobre el cuerpo de las mujeres penalizando la gestación subrogada?

La prostitución es otro tema polémico pero que no ha sido abordado con valentía. La opción liberal y más acorde con el progreso sería legalizarla y de esta manera anular toda la influencia y participación de las mafias y muy especialmente la explotación y la trata. Así, cualquier mujer sería libre de recurrir y tendría una serie de derechos protegidos por la Ley como cualquier otra trabajadora y jamás podría convertirse en una esclava. Sin embargo, el feminismo abolicionista no escucha a ni una sola de las trabajadoras sexuales más que a las arrepentidas que encajen con su discurso y señalan como responsables a los hombres consumidores, anulando cualquier debate sobre la libre voluntad de las mujeres y condenándolas a una situación aún más precaria que la actual. Una vez más, la política intervencionista del PSOE sólo contempla prohibir y multar, cuando paradójicamente se le puede volver en su contra. Sí, es una cortina de humo más para ocultar los escándalos de las saunas de la familia Sánchez y las corruptelas del tándem Koldo-Ábalos, pero ya venían durante años estableciendo la narrativa. Mucho menos consenso en la izquierda existe en torno a las plataformas online como Onlyfans, prohibida o restringida en China, Rusia, Suecia o Turquía y limitada en Irán o Arabia Saudí por razones variopintas como el capitalismo, el antimoralismo o el sexismo. Llama la atención que Sumar haya solicitado su exclusión del proyecto de Ley para evitar precarizar a mujeres. Este tipo de páginas son tachadas por algunas feministas como 'prostitución digital', ya que la consideran idéntica sólo que sin contacto físico y consideran una aberración que mujeres se expongan para deleitar al público masculino heterosexual, a pesar de que logre hacer caja a base de suscripciones, vídeos y fotos. En realidad, tanto esa como la anterior son dos opciones libres de elección para las mujeres.

A un menor nivel, desde el feminismo sigue mirándose con muy malos ojos que una mujer tenga una exposición pública y no relacionada con la desnudez ni tan siquiera lo físico que de alguna manera pueda despertar la admiración heterosexual. Y esas dos últimas palabras son el nexo clave que justifica la censura de esas mujeres. Así por ejemplo, no cae bien al feminismo que una mujer empatice con las causas masculinas o la discriminación y persecución de los hombres y es etiquetada como "pick me", como mujer que osa perseguir la validación masculina. Sí, es el anglosajonismo para reemplazar la manida etiqueta de mujer machista. Como también enciende las iras que una chica vista como una azafata en eventos deportivos como la Fórmula 1, que se rindió en 2018 al feminismo excluyente y las cesó a todas. Una vez más, no importa que esas mujeres trabajen ahí libremente sino que censurar y prohibir su participación lo consideran un éxito y desprecian cualquier queja de esas mujeres.

Consecuencias políticas y sociales.

La percepción de que las leyes y políticas de igualdad benefician de forma unilateral a un sexo y con filtros ideológicos (las mujeres) no ha generado sino una creciente desconfianza ciudadana hacia las instituciones supuestamente encargadas de promover la igualdad. Esto ha derivado en una pérdida de legitimidad de las políticas de género y se ha transformado en un elemento central de la batalla cultural en lugar de ser un objetivo compartido por todos. Y es que existen tanto hombres como mujeres que se han desengañado y entienden que se ha pasado de buscar la equidad a imponer una ideología radical, empobreciéndose la acción pública, polarizándose el debate público y exportándose el mismo desde dichas instituciones hasta la sociedad.

El feminismo institucional se halla tan desconectado de la realidad social que sus políticas ni reflejan la diversidad de experiencias y modelos de vida de las propias mujeres ni se preocupa por integrar a los hombres en un modelo igualitario. De esa manera, la pérdida de representatividad del movimiento le desacredita para cualquier proyecto progresista y garantista de los derechos y libertades y se centra en imponer una visión normativa que margina a quienes no los comparten. Además, esto favorece y con razón reacciones de resentimiento o desafección que han terminado cristalizando en nichos como las redes sociales y plataformas de streaming que son tachadas de "machosfera" o "manosfera" y sus seguidores de "incels" generalizando de forma absurda. Con esas etiquetas, una vez más se exponen unas absolutamente inexistentes empatía y autocrítica al no reconocer ni los argumentos razonados que se distinguen de la paja populista como tampoco que es el propio feminismo el que ha arrinconado a la gente con su política excluyente.

La crisis del feminismo tiene su causa en sus propias contradicciones internas y en el sesgo de las políticas de género, de manera que no era ningún disparate hablar de feminismo liberal (en oposición al socialista) en tiempos de Inés Arrimadas al mando de Ciudadanos. En realidad, hace tiempo que el feminismo olvidó su propósito fundacional. La igualdad se ha instrumentalizado políticamente por la izquierda y se ha retorcido a lo largo de estos veinte años y sobre todo escalofriantemente durante los años del Gobierno Sánchez. Se ha instalado un discurso monolítico que reparte carnets de legitimidad ideológica, en la línea general del presente ejecutivo. Pero la igualdad real no se impone ni se sustituye creando nuevas desigualdades sino que se construye entre todos: mujeres y hombres. Y mientras el feminismo oficial siga dictando cómo deben vivir, sentir o pensar las mujeres —y por extensión los hombres—, no estaremos ante una sociedad más libre, sino ante una nueva forma de tutela. Y es que como muy bien apostilla en su canal Valentina Ortiz, "si porque el feminismo te dio voz no te permiten disentir, entonces no te liberaron de nada, sólo cambiaste de dueño.